Las mujeres de Salvamento Marítimo que velan por nuestra seguridad en el mar

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A los mandos de un helicóptero, de un barco o desde un centro de control. Las mujeres que forman parte de Salvamento Marítimo velan a diario por la seguridad en nuestras aguas y hacen frente a cualquier emergencia en el mar y la costa. Con motivo del 25 aniversario de este organismo estatal, que ha salvado la vida a miles de personas, hablamos con varias de ellas para conocer cómo es su día a día.


Azucena López Solano aún recuerda la avalancha de pateras que llegó al Estrecho en 2013: “Nos desbordó, estuvimos dos días de guardia sin parar de trabajar, las unidades iban de un rescate a otro sin dormir. En un solo día recogimos a más de 900 personas”. En aquel momento López Solano ya era controladora del Centro de Coordinación de Tarifa, una zona estratégica que conecta el continente europeo con África. Desde este lugar vigilan y resuelven las incidencias que se producen en la costa que va desde el litoral granadino de Almuñécar hasta Ayamonte, en la frontera con Portugal. Con el tiempo, después de 14 años en el mismo puesto, Azucena se ha acostumbrado a contemplar ese goteo incesante de personas que atraviesan el Estrecho. El verano pasado fueron varios los días en los que tuvieron que rescatar a casi mil personas en una sola jornada. El año no ha empezado mejor: en Tarifa el tráfico de pateras se ha frenado, pero los que escapan de la miseria buscan nuevas vías para llegar a España y ahora el punto caliente está en el mar de Alborán, frente a las costas de Almería y Málaga.

El pasado 14 de enero el buque SAR Mastelero puso a salvo a 333 inmigrantes. “Las madres te llaman desde alta mar y te ponen al teléfono a su bebé llorando; necesitas mucha sangre fría para actuar sin que eso te afecte”, cuenta López Solano. “He visto a compañeros echarse a llorar de impotencia porque no dábamos abasto. Ahora por lo general los que vienen desde la otra orilla están muy organizados. Nos mandan incluso un ‘whatsapp’ con su localización exacta y a partir de ese momento coordinamos todos los medios que tenemos a nuestros alcance: barcos, helicópteros… incluso pedimos ayuda a embarcaciones particulares que estén por la zona. Nos implicamos mucho porque esta es una profesión muy vocacional”.

Azucena forma parte de Salvamento Marítimo, el organismo estatal encargado de la búsqueda y rescate de personas, pero también de la de la prevención y lucha contra la contaminación del medio marino, del control del tráfico marítimo y del remolque y asistencia a buques; en definitiva, cualquier emergencia que surja tanto en el mar como en la costa. Este año se cumplen 25 años de su puesta en marcha y su éxito lo rubrica una cifra: 350.000 personas han sido atendidas por este servicio en todo tipo de emergencias (más de 65.000 solo en 2018). Y todo con una plantilla de 1.584 personas (de las que solo 246 son mujeres), repartidas en varios centros de salvamento por la península.

El Estrecho es un lugar que requiere una atención especial porque, como explica Azucena, “es muy traicionero, hay muchas corrientes. Además, esta zona que une el Atlántico y el Mediterráneo, soporta un tráfico continuo de cargueros, barcos de recreo, cruceros, naves de pasajeros… No podemos dedicarnos solo a las pateras. También a los pesqueros se les rompe el motor y los veleros se quedan a la deriva”. Ella dejó de navegar -es piloto de Primera de la Marina Mercante- para coordinar el centro de Tarifa. “En este trabajo lo importante es mantener la distancia, tener sangre fría para no desmoronarse y sacar el máximo partido a los medios de los que dispones”.

Las cifras hablan por sí solas, únicamente en el terreno de la inmigración irregular en 2018 se han superado todos los récords: Salvamento Marítimo rescató a 57.250 personas, mientras que al menos 769 fallecieron o desaparecieron en esa ruta occidental del Mediterráneo, mucho más transitada actualmente tras el cierre de los puertos de Malta, Grecia e Italia.

Pero la labor de Salvamento Marítimo no solo es importante en el Estrecho. Los marineros asturianos aún se sorprenden cuando, tras sufrir algún percance, advierten que el ángel de la guarda que los ha rescatado es una mujer. Y además lo hace desde el aire. Se trata de Nuria Bravo, comandante del helicóptero que la empresa de emergencias aéreas Babcock -contratada por Salvamento Marítimo para la prestación de su servicio aéreo- opera en Gijón. Bravo, a la que sus compañeros llaman ‘la Comandantesa’ es militar en excedencia y fue la primera mujer en obtener el título de piloto de helicóptero del Ejército del Aire. “Trabajé en salvamento en tierra y en seguridad de la Casa Real y Presidencia del Gobierno. Pero cuando me convertí en madre se me complicó la vida para conciliar, así que me pasé a la empresa privada. En Babcock me admitieron estando embarazada. Ni yo misma me lo creía. Abandoné la carrera militar cuando ya tenía tres hijos, ¡que ahora ya son cuatro! Pero continúo haciendo lo que más me gusta, volar, ahora para Salvamento Marítimo”, relata. Es una de las cinco mujeres que forman parte de las unidades aéreas de este organismo, poco más del 2% de la plantilla.

Azucena López Solano – Controladora del Centro de Coordinación de Tarifa

En el norte las misiones son diferentes a las del Estrecho, realizamos sobre todo evacuaciones de marineros y gente que se cae en los acantilados cuando hay temporal. Llaman la atención las imprudencias que se cometen, no se tiene respeto al mar, queda mucho inconsciente. En cada temporal que se produce en el Cantábrico alguien cae desde un acantilado arrastrado por una ola, comenta la comandante Bravo. “Asumo que es un trabajo de alto riesgo, y aún más cuando abordamos misiones nocturnas. Resulta muy complicado rescatar a alguien en la oscuridad, con olas de ocho metros y vientos de cien kilómetros por hora. En el Cantábrico la meteorología nos juega malas pasadas. Pero incluso con esas condiciones, en 11 años que llevo en esta unidad jamás hemos dejado de acudir a una misión. Moralmente es muy duro abandonar a alguien y negarle asistencia”.

Ana Penela – Capitán del buque Punta Salinas

 

La unidad que dirige Nuria Bravo está compuesta, además de por la propia comandante, por un copiloto, un operador de grúa y un rescatador. Hace tan solo unos días tuvieron que auxiliar a unos percebeiros que habían quedado aislados en una roca cuando su barco se estrelló contra el acantilado. “Me impresionan especialmente las misiones en las que están implicados menores. Recuerdo la Navidad de 2011, cuando se hundió un barco de recreo y desapareció un niño. Tenía turno de noche y salía de madrugada a buscar el cuerpo del niño, en la oscuridad, volando sin parar. Y lo peor era que, desde el helicóptero, podía observar a la madre, en el espigón del puerto, esperando a que recuperáramos el cuerpo de su hijo. Esa imagen no se me borrará jamás”, rememora la comandante Bravo.

A pocos kilómetros de Gijón, en la vecina Avilés, vive Ana María Penela. Su puesto de trabajo, sin embargo, está en medio del Atlántico. “Paso un mes en Asturias de descanso y otro en Santa Cruz de Tenerife, donde tengo mi base”, aclara Penela, que es la capitán del buque Punta Salinas. Ella es una de las 17 mujeres (de una tripulación total de 808 miembros) que trabaja dentro de un navío en Salvamento Marítimo. Esta licenciada en Náutica y capitán de la Marina Mercante (la primera en obtener este título en Asturias), lleva 13 años embarcada en los buques de color naranja que todos los trabajadores del mar reconocen como sus salvadores cuando el peligro acecha.

“En este puerto no hemos tenido ninguna misión de recogida de inmigrantes, nos encargamos del salvamento de barcos y luchamos contra la contaminación. Nuestra jornada de trabajo se desarrolla de ocho de la mañana a cinco de la tarde, pero estamos de guardia las 24 horas porque cuando recibimos un aviso tenemos que salir al mar en menos de 20 minutos. Las 12 personas que formamos la tripulación vivimos y dormimos en el barco; a bordo solo somos dos mujeres, una miembro de la tripulación y yo. Supone una rareza; en mi promoción nos licenciamos tres y solo yo continúo navegando”, afirma la comandante Penela.

Control de un millón de kilométros cuadrados de aguas en Canarias

María Dolores Septién – Jefa del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Tenerife

Si el Punta Salinas tuviera que salir hoy mismo a una misión la orden partiría de Mª Dolores Septién, jefa del Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo en Tenerife. “En las últimas horas hemos buscado a un hombre que había caído al mar desde un crucero, rescatado a un kayak en La Gomera que tenía problemas para acceder a tierra y retirado un objeto peligroso para la navegación”, cuenta Mª Dolores. “Desde este puesto controlamos un millón de kilómetros cuadrados, así que nuestras tareas varían muchísimo, desde evacuaciones médicas, hasta rescate marítimo, remolque de embarcaciones, cuidado del medio ambiente… En este trabajo las jornadas son de ocho horas, pero tienes que estar localizada las 24 por si ocurre alguna emergencia”, asegura.

Ana María, Nuria, Mª Dolores y Azucena coinciden en que su profesión se basa en dos pilares: la vocación y la preparación. La segunda se realiza en el Centro de Formación en Seguridad Marítima Jovellanos de Gijón. Covadonga Suárez, jefa de formación de esta institución, la califica como única en Europa porque dispone “de unas instalaciones impresionantes, piscina con olas de 40 metros, simuladores de navegación… Nació para mejorar las habilidades de las personas que se dedicaban a salvamento y hemos crecido hacia otros ámbitos”. Covadonga espera, como el resto de sus compañeras, que la brecha de género se rompa en los próximos años y que otras mujeres como ellas decidan dedicar su esfuerzo a la loable tarea de salvar vidas en el océano.

FUENTE: AQUÍ

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