Recortes y humo en la frontera sur

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Salvamento Marítimo vuelve a encarar “bajo mínimos” la época con mayor flujo de pateras en el Mediterráneo. La falta de personal pone en peligro a los migrantes y a los propios rescatadores


Salvamento Marítimo remolca un velero averiado. Salvamento Marítimo localiza a un buceador perdido. Salvamento Marítimo hace una exhibición de rescate para un grupo de escolares. Salvamento Marítimo recupera el cuerpo sin vida de una tortuga marina. En esto consiste desde hace meses la actividad diaria de esta institución según la información que aparece en sus redes sociales.

Entre sus publicaciones lo mismo hay consejos sobre el uso de chalecos salvavidas que mensajes sobre reciclaje o imágenes de ballenas surcando tranquilas el Mediterráneo. Lo que no hay, por más que se busque a fondo, son pateras.

Hace solo un año, Salvamento rescató a cerca de cincuenta mil personas en aguas del Estrecho y Alborán, el Mediterráneo occidental se convirtió en la principal ruta migratoria hacia Europa (tras el cierre de Italia y Grecia) y en la segunda más mortífera después del infierno libio, el reporte de personas rescatadas y desaparecidas en la frontera sur fue constante y diario. Pero ahora no hay nada, ni rastro. Forma parte de la nueva política de comunicación de esta entidad pública o, como han denunciado varias ong y sindicatos de periodistas, de un premeditado “apagón informativo”. Sea como sea, los migrantes se han esfumado – los han esfumado- y las consecuencias han sido inmediatas. Si no hay nadie que rescatar no hacen falta rescatadores.

Desde diciembre se ha reducido el número de tripulantes, precisamente coincidiendo con el apagón informativo”. Quien habla es Manuel Capa, trabajador de Salvamento Marítimo desde hace ocho años y delegado sindical de CGT, el sindicato mayoritario en esta institución.

Ellos fueron quienes denunciaron el verano pasado la situación de desamparo de los equipos de rescate, sin personal ni medios suficientes para socorrer con seguridad al creciente número de personas que naufragaba en nuestras aguas. Tras una fuerte campaña de presión en redes sociales –bajo el lema #MásManosMásVidas-, los trabajadores consiguieron refuerzos. Concretamente se concedió un cuarto tripulante más en las lanchas de intervención rápida o salvamares y se estableció un tercer turno para aliviar la carga de trabajo y facilitar los relevos.

“Antes la frecuencia de trabajo en las salvamares era de siete días de trabajo y siete de descanso, pero siete días a piñón, con doce y trece horas navegando. La gente tenía agotamiento físico, psicológico y estrés por la sobrecarga. Por eso llegamos a un acuerdo, conseguimos consolidar esas terceras tripulaciones para acortar los tiempos de trabajo a tres días y seis de descanso”, explica Capa. Y ahora se las han vuelto a quitar.

A las puertas de la época con mayor flujo de pateras, las salvamares que protegen el mar desde Cartagena a Tarifa – precisamente las embarcaciones que más salen al aviso de un naufragio- vuelven a estar “bajo mínimos”. Desde Salvamento argumentan que ya no estamos en situación de emergencia y que los datos actuales de llegada de pateras “no permiten justificar esos refuerzos”.

Sin embargo, como insiste el portavoz sindical, “lo de 2018 no fue algo puntual. La inmigración es algo estructural y por tanto las unidades de salvamento tienen que contar con todos los medios humanos necesarios”. De no hacerlo – asegura Capa- se estará poniendo en peligro tanto a los migrantes, como a la tripulación.

El apagón y los recortes – denuncian desde CGT– forman parte de una misma operación de “maquillaje”, una cortina de humo para transmitir sensación de tranquilidad. Como si ya no pasara nada, como si nadie se echara ya al mar, como si ni un solo alma se estuviera hundiendo –ahora mismo- en nuestra frontera. La estrategia es tan simple que hasta un niño lo entiende, basta con tapar con las manos para que las cosas desaparezcan.

El problema es que, en realidad, siguen ahí. Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) desde el 1 de enero han cruzado por mar a España 7.803 personas y aunque ha habido un importante descenso de pateras en febrero y marzo, la actividad ha vuelto a reiniciarse “a partir del 28 de abril”, afirma Capa. Si no se ponen medios, si no se articula un dispositivo de rescate y acogida suficiente, cuando se acerque el verano no va a haber maquillaje que lo arregle.

Dejar hacer a Marruecos

Decenas de personas hacinadas en los puertos, obligadas a dormir en la misma cubierta de los barcos por falta de espacio. Migrantes – hombres, mujeres, niños- encerrados en polideportivos, en casetas de feria, en calabozos de comisarías. Migrantes – hombres, mujeres, niños – abandonados a sus suerte en una estación de autobús.

La imagen se repitió en bucle durante todo el verano pasado. El aumento en la llegada de pateras – un 165,4% más respecto a 2017- dejó en evidencia un sistema de acogida descoordinado y precario, totalmente desbordado por falta de previsión –en realidad Acnur llevaba meses avisando de que esto podía ocurrir tras el bloqueo de la ruta por el Mediterráneo central-.

Precisamente esa es la imagen que el Gobierno quiere evitar este año. Según publicó el diario El País el pasado enero, su intención es reducir a la mitad el número de llegadas. Y eso es bastante difícil teniendo en cuenta que la necesidad y la violencia no disminuyen en los países de origen – en Guinea, en Mali, en Costa de Marfil, en Argelia-.

Por eso, para conseguir su propósito, a España no le basta con mirar para otro lado, tiene que mirar hacia Marruecos. Por un lado, presionando para que la UE le dé cuanto antes al país vecino el dinero prometido – unos 140 millones de euros– a cambio de mantener sus fronteras bien cerradas.

Por otro, dejándoles a ellos el trabajo de los rescates. Hasta el año pasado más del 80% de las intervenciones en el mar eran desarrolladas por Salvamento Marítimo, muchas de ellas también en las inmediaciones de la zona de búsqueda y salvamento (zona SAR) de responsabilidad marroquí. El Gobierno de Marruecos autorizaba la intervención española debido a la pobreza de recursos de sus propios guardacostas. Pero este protocolo ha cambiado.

 

FUENTE:AQUÍ

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