Canarias, las islas de los desesperados

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Como en la ‘crisis de los cayucos’ de 2006, están desbordadas. Hay 2.000 personas “hacinadas como animales” en el muelle de Arguineguín.  

Un joven sobrevuela en paracaídas los alrededores del puerto de Arguineguín, al sur de la isla de Gran Canaria, a media mañana de este viernes. Lo impulsa desde el mar el motor de una potente zodiac a la que va amarrado. A lo lejos, el reportero escucha sus gritos de diversión. Bajo los pies descalzos del chico, a medio centenar de metros, más de 2.000 personas hacinadas en un muelle pesquero entre basuras que se recogen una vez al día, algunas de ellas sin ducharse ni cambiarse de ropa desde hace casi un mes, miran al cielo contemplando el vuelo del chaval. Es la aciaga bienvenida que Europa les ha dado. 

Esas personas que están en tierra son inmigrantes magrebíes y subsaharianos llegados hasta las costas canarias en las últimas semanas. Huyen de la pobreza, de la guerra, de la sed y ahora también de la pandemia que azota el planeta. Se trata de los desesperados del continente más pobre del mundo, África, quienes se lanzan en cayucos y pateras a las aguas del Atlántico para jugarse la vida al veredicto de una moneda: si sale cara, llegan a tierra por su cuenta o con la ayuda de Salvamento Marítimo; si sale cruz, mueren ahogados o de hipotermia. 

Es la ley del mar para quien no tiene nada. 

Ni siquiera nada que perder.

Grupo de inmigrantes esperan en el muelle de Arguineguín a su traslado a otro punto de Gran Canaria, este pasado viernes.

Las islas Canarias viven la peor crisis migratoria de la última década. Si no se remedia, se convertirá en la más grave de lo que va de siglo antes de que acabe el año. La anterior crisis, en 2006, cuando llegaron a sus costas más de 31.000 inmigrantes, se quedará pequeña a poco que continúe la actual tendencia.  

11.409 personas llegaron a alguna de las ‘islas afortunadas’ hasta el 31 de octubre de 2020. 5.328 lo hicieron durante ese último mes. La media al día fue de 171. En noviembre, esa cifra diaria va al alza y ronda los 400 seres humanos.

Sólo durante este sábado se rescataron 445 inmigrantes que iban a bordo de 17 pateras. Con ellas se han superado ya las 16.000 personas en lo que va de 2020. Aunque la mayoría de los inmigrantes son hombres, también hay mujeres -algunas de ellas embarazadas- y menores. A algunos se les ve caminando por las calles o jugando a fútbol en canchas deportivas. 

En hoteles

Los que ya han conseguido salir del muelle corren mejor suerte. En torno a una veintena de hoteles de la isla han abierto sus puertas para albergar a los inmigrantes. La Delegación del Gobierno los va trasladando en autobuses con la colaboración de Cáritas.

Los dueños de los negocios, faltos de turistas extranjeros que en otro momento llenarían sus establecimientos y les dejarían beneficios, han visto la medida como un clavo ardiendo al que agarrarse ya que las pernoctaciones en establecimientos hoteleros de las islas Canarias se redujeron en septiembre un 83% con respecto al mismo mes del año anterior, según los datos difundidos el pasado 21 de octubre por el Instituto Canario de Estadística.

Por cada inmigrante que alojan cobran una cantidad diaria que no se ha desvelado. Los desplazados sólo pueden hacer uso de las habitaciones y de zonas comunes como comedores, pero no de otras instalaciones como piscinas o gimnasios. Al llegar han de pasar una cuarentena encerrados en sus respectivos cuartos. 

La mayoría de los inmigrantes que están llegando a Canarias proceden de Marruecos y de Argelia, aunque también hay de Guinea Conakry, Senegal, Mauritania, Nigeria o Mali, entre otros países. La ruta canaria ha recobrado protagonismo en este 2020 como consecuencia del férreo control policial que existe en el Estrecho y en el Mediterráneo central. 

El drama mayor se está viviendo en la isla de Gran Canaria. El foco está puesto en el muelle de Arguineguín. Allí se han instalado una veintena de carpas donde distribuir a los inmigrantes una vez ponen un pie en tierra.

Se les entrega una muda de ropa y mantas. Se les da de comer tres bocadillos al día. Duermen sobre el suelo. Allí la distancia social es una quimera. 

También se les practica una prueba PCR para saber si alguno viene contagiado del SARS-CoV-2. El Ministerio del Interior tiene acotada la zona mediante un cordón policial con agentes y vallas. La prensa no puede acceder. Periodistas y fotógrafos son testigos desde la distancia.

“Como animales”

Desde hace una semana, en ese muelle de la vergüenza hay más de dos millares de personas. La cifra no ha dejado de crecer desde finales de agosto. El 10 de septiembre había 400. El 22 de octubre, 1575. Este pasado jueves eran 2112.

La cifra fluctúa en función de los que llegan y los que son trasladados a instalaciones habilitadas fuera del recinto portuario. Un grupo de siete senegaleses llevan 25 días sin salir de esa zona acotada. Sin cambiarse de ropa ni poder darse una ducha. 

Una de las voces más críticas con lo que se está viviendo en el muelle de Arguineguín es la de Arcadio Díaz Tejera, exsenador socialista, antiguo Defensor del Pueblo Canario y ahora titular del Juzgado de Instrucción número 8 de Las Palmas. Es el encargado de supervisar el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Gran Canaria. 

“Tenemos un drama humanitario en nuestra casa. La propia existencia de ese campamento es una vergüenza. En Canarias hay muchas instalaciones vacías, edificios públicos infrautilizados o en desuso. ¿Por qué no se ha hecho como en 2006, cuando sí se usaron? No hay necesidad de tener almacenadas como ganado a 2.000 personas. Si en lugar de ser negros y pobres fueran blancos y ricos, o incluso blancos y pobres, ¿esto se permitiría? ¿Se actuaría de la misma forma si fueran británicos, rusos o alemanes? No. Es una demostración de racismo y de clasismo. Se les está dando un trato inhumano y degradante prohibido por la Convención de Derechos Humanos de 1950”.

Seis días de travesía

A los marroquíes Mouhcin, de 29 años, y Mohamed, de 19, se les ha instalado en el edificio la Casa del Marino, una de las pocas instalaciones públicas de las que se están haciendo uso en la actual crisis migratoria.

Aunque son del mismo pueblo, los dos jóvenes se conocieron durante la travesía que hicieron juntos en patera, explican durante la mañana de este sábado, cuando caminan por los alrededores de su nueva casa.

Fue un viaje de seis días. Llegaron a Gran Canaria el 17 de octubre. Partieron de una playa de Boujdour, en el Sáhara Occidental, en la costa oeste africana. Para reunir los 2.000 euros que le pagaron a una mafia, Mouhcin vendió unas tierras y Mohamed recurrió a un préstamo de un conocido y a la ayuda de sus padres. 

Al cuarto día de viaje por las aguas del Atlántico se quedaron sin gasolina y comenzó a entrarles agua en la patera. Iban a bordo 27 tripulantes. Pensaron que sería su fin. Uno de ellos intentó tirarse al agua para quitarse la vida. Tuvieron que retenerlo entre el resto. El forcejeo a punto estuvo de hacer volcar la embarcación.

Finalmente, una patrullera de Salvamento Marítimo, cuyos empleados están trabajando más 100 horas semanales, los rescató. Pensaron que fue un milagro. Mohamed no tiene hijos, pero Mouhcin está casado y tiene dos. La pequeña nació cuando él ya estaba en Gran Canaria. La conoció cuando su mujer le mandó una foto al teléfono de otro inmigrante.

“Fue muy duro dejarles allí”, dice. “Yo sólo quiero trabajar, en lo que sea, me da igual, pero trabajar y poder mandar dinero a mi familia. En mi país no hay nada. Nada. Sólo miseria”. Mouhcin y Mohamed cuentan que les gustaría obtener un empleo en la Península Ibérica hasta poder regularizar su situación. 

Pero no todos podrán hacerlo. Ni siquiera intentarlo. Este pasado martes, Interior deportó en un vuelo a Mauritania a 22 inmigrantes llegados en patera a las islas. Permanecían desde hacía varias semanas en el CIE de Gran Canaria. Eran 20 ciudadanos de Senegal, uno de Guinea Conakry y otro de Mauritania.

“Un rol de freno”

La ministra de Política Territorial y Función Pública, Carolina Darias, anunció el viernes que el Gobierno de España reforzará su política migratoria en Canarias con mayor vigilancia, cesión de terrenos y aumentando la diplomacia con los países desde donde parten los inmigrantes.

El Ejecutivo prevé medidas policiales, de inteligencia, diplomáticas y de cooperación al desarrollo con países africanos, así como reforzar la capacidad de asistencia en las islas sin trasladar inmigrantes a la Península.

Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) opinan que esta última medida, la de no trasladar a los inmigrantes hasta territorio peninsular como medida para aliviar la presión en las islas, es un error.

Txema Santana, responsable de Incidencia y Participación Social de CEAR en Canarias, lo argumenta: “Se necesita que el resto del Estado apoye la gestión de la inmigración. Es necesario trasladar a un buen número de ellos a territorio continental. Europa está dando un rol de freno a las islas, como ya se ha visto con las griegas”.

Con respecto a la actual crisis migratoria de las Canarias, Santana asegura que se debe a varios factores, aunque subraya que “se ha sellado el norte de África” y el oeste del continente ha absorbido a los inmigrantes que trataban de cruzar a Europa por el Estrecho o a través del Mediterráneo. 

Cuestionado acerca de qué opina sobre la situación de las 2.000 personas que malviven desde hace semanas en el muelle de Arguineguín, el responsable de CEAR añade: “Nos parece inhumano. Pero no es algo azaroso. Si están allí es porque se permite y se quiere. A finales de agosto empezó todo esto. Hace ya más de dos meses y medio. El Gobierno no puede alegar incapacidad para prever lo que está ocurriendo con esas personas”.

El Ministerio de Defensa ha habilitado una veintena de tiendas de campaña con literas junto al antiguo polvorín militar de Barranco Seco, a las afueras de Gran Canaria. La instalación albergará a 200 inmigrantes, aunque la previsión es que pueda acoger a 800, algo que sí aliviaría la situación en el muelle de Arguineguín.

Pese al anuncio y a que este sábado las carpas ya estaban listas, las personas que salían del puerto en autobuses eran trasladadas hasta hoteles de la isla como el Holiday Inn Puerto Calma o el Servatur Waikiki.

Aunque el reportero intentó hablar con algunos de los inmigrantes alojados en estos hoteles, no se les permitió salir porque se encontraban cumpliendo con la cuarentena en el interior de sus habitaciones. 

“Sin futuro”

Youssef es marroquí. Tiene 33 años. Procede de Marrakech. También está instalado en la Casa del Marino. Llegó a España el 17 de octubre tras pasar cuatro días en el mar subido en una patera que salió de Dajla, a casi 300 kilómetros al sur de Gran Canaria.

A bordo iban 30 personas. Entre ellas varias mujeres con críos. Cuenta que durante la travesía sufrieron mala mar y olas de dos y tres metros. Cuando Salvamento los rescató estaban empapados de agua.

“Con la pandemia, el poco trabajo que había en mi país ya no existe. Yo trabajaba allí en el campo, pero ya no hay nada de eso. Sólo busco un futuro mejor en España. Quiero ir a la península y encontrar un empleo en Huelva o Almería. Yo no voy a delinquir ni a quitarle el trabajo a nadie. Seguir en Marruecos es estar condenado de por vida”.

Youssef consiguió alcanzar Europa al séptimo intento. Antes había probado suerte por Tánger, por Dajla, por El Aiún… “Por fin he llegado. Ahora sólo pienso en no volver y en olvidar el terror del viaje”. 

FUENTE:AQUÍ

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