La imagen de Aylan Kurdi agita la conciencia de Europa

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El niño muerto aparecido en la costa de Turquía ha logrado despertar la ira de Occidente ante la tragedia del flujo migratorio.


 Pocas imágenes son capaces de desgarrar el alma como la que este miércoles recorrió el planeta en cuestión de minutos. Un niño de tan solo tres años, inerte sobre la orilla de una playa de Turquía. Su nombre era Aylan Kurdi. El pequeño, de nacionalidad siria, perdió la vida en un vano intento de huir de la guerra. Su fotografía se ha convertido en el crudo reflejo del horror que día a día se vive en el mar Mediterráneo. Una estampa terrible que ha conseguido despertar la ira de Occidente, cuya conducta ante la tragedia oscilaba hasta ahora entre el ensimismamiento, la impotencia y la aprensión.

Junto a él, otros cuatro niños han muerto en una de las jornadas más sangrientas que se ha cobrado hasta el momento el descontrolado flujo migratorio que azota las costas de Europa. Uno de ellos es su propio hermano, Galip, de cinco años. Sus cuerpos fueron arrastrados hacia la orilla del mar, de donde fueron rescatados por agentes de la Policía turca.

Los jóvenes navegaban junto a otros 18 inmigrantes hacia la isla griega de Kos, en dos embarcaciones que partieron por separado de Akyarlar, en la península de Bodrum. Su objetivo no era distinto al de otros miles de sirios que día a día confían sus vidas a las pateras: alcanzar suelo europeo para poder comenzar de cero, lejos de las balas. Lejos del terror que les persigue desde hace cuatro años, cuando comenzó una de las guerras más despiadadas de lo que llevamos de siglo y que, en mayor o menor medida, está afectando al mundo entero.

La de Aylan Kurdi es, posiblemente, la escena más sobrecogedora, más ácida que se conoce del drama migratorio. Una imagen que pasará a la historia como el reflejo del infierno bélico que se vive en Oriente. Desgraciadamente, no deja de ser una más de las cerca de 3.000 muertes que se han producido este año en las costas de, Europa que hasta el momento se ha mostrado incapaz de solventar con éxito la mayor amenaza a la que ha tenido que hacer frente en las últimas décadas.

Tras la tragedia, aparece la duda. La duda de saber cuándo parará esta avalancha de muerte de la que todavía no se puede atisbar el fin. La de cómo reaccionarán los gobiernos occidentales ante tal catástrofe. La de cuántos niños más tendrán que morir antes de que toda esta oleada de sufrimiento termine.

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